Devocional de hoy | Han llegado los desastres:Dios espera que la gente sea capaz de arrepentirse
Devocional de hoy | Han llegado los desastres:Dios espera que la gente sea capaz de arrepentirse
El "nuevo coronavirus", unas palabras que infunden temor en el corazón de la gente, surgió por primera vez en Wuhan (China), desde donde se ha extendido por todo el planeta. A lo largo y ancho del mundo están muriendo personas de forma masiva y muchas otras se hallan en un constante estado de pánico, con la sensación de que los grandes desastres han caído sobre nosotros. Nadie sabe cuánto durará esta pandemia ni cuántas vidas se cobrará. Los que creen en Dios, no obstante, en el fondo saben que todo ocurre con el permiso de Dios, sin el cual no puede suceder absolutamente nada. Así pues, ¿cuál es la voluntad de Dios al permitir esta epidemia sobre nosotros?
El Antiguo Testamento relata que la gente de Sodoma era malvada, promiscua y corrupta, y que la ciudad rebosaba tal sed de sangre y muerte que la gente incluso quería matar a los ángeles. Ni siquiera se les ocurrió arrepentirse en ningún momento, por lo que Dios hizo llover fuego sobre ellos desde el cielo y los destruyó a todos. Los que conocen la Biblia, sin embargo, saben que, antes de que Dios hiciera caer la tragedia sobre la ciudad, Abraham intercedió ante Él por Sodoma. He aquí un fragmento de este relato bíblico: "Y Jehová dijo: 'Si encuentro en Sodoma cincuenta justos en la ciudad, salvaré todo el lugar por el bien de ellos'. [...] Y dijo: [...] 'Tal vez puedan haber diez ahí'. Y Él dijo: 'No la destruiré'" (Génesis 18:26-32).* Estos versículos no solo revelan el carácter justo de Dios, sino que, más aún, nos dan una idea de Su gran misericordia y clemencia. Dios habría perdonado a Sodoma si hubiera hallado a cincuenta justos en ella y también la habría perdonado si hubiera hallado a solo diez justos. Pese a lo sumamente corrupta y malvada que era la gente, Dios, no obstante, esperaba su arrepentimiento. Es doloroso que no fuera posible hallar ni a diez justos en una ciudad tan grande, así que Dios, finalmente, no tuvo más remedio que destruirla.
La gente que habita actualmente en este mundo, repleto de tentaciones, es incluso peor que la de Sodoma tantos años atrás. Satanás ha corrompido a la gente de hoy hasta tal punto que adora el mal y ama la injusticia; la tierra está plagada de violencia y adulterio, y por todos lados se ven karaokes, salones de masaje de pies, hoteles y discotecas en calles principales y pequeños callejones. Esos lugares rebosan maldad y promiscuidad. Todo el mundo, depravado sobremanera, vive para comer, beber, divertirse y entregarse a los placeres físicos. No hay amor entre las personas, sino que todas ellas mienten, pelean y compiten entre sí por el estatus, la fama y la fortuna; se engañan y traman unas contra otras e incluso llegan a las manos por el dinero y la ganancia. Toda la humanidad vive bajo el campo de acción de Satanás y nadie tiene amor por las cosas positivas, ni anhela la luz ni se ofrece a aceptar la gracia de la salvación de Dios. Hasta los creyentes viven en una espiral de pecado y confesión, totalmente incapaces de mantenerse fieles a las enseñanzas del Señor. Llegan hasta el punto de seguir las tendencias mundanas e ir en pos de los placeres de la carne. Ni aunque sepan que están viviendo en pecado pueden despojarse de las ataduras de este; sus corazones se han alejado demasiado de Dios. ¿Acaso la humanidad entera, corrompida hasta semejante extremo, no alcanzó hace mucho tiempo el punto en que debería haber sido destruida?
Se produce un desastre detrás de otro y la voluntad de Dios es que nos presentemos ante Él para arrepentirnos. Desea que todo el mundo se arrepienta y nadie perezca. Hace dos mil años, el Señor Jesús dijo: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 4:17). En este momento, tal vez algunos observen: «Los incrédulos no creen en Dios y es imposible que se arrepientan. Sin embargo, nosotros, tras recibir la fe en el Señor, a menudo lloramos amargamente ante Él mientras oramos. Admitimos nuestros pecados anteriores y no volveremos a hacer nada malo. Somos capaces de ser tolerantes y pacientes con los demás. Puede que demos limosnas y donativos y ayudemos a otros; incluso podemos pasar todo nuestro tiempo afanándonos por trabajar para el Señor y no lo traicionaremos aunque nos detengan y encarcelen. ¿Esto no es verdadero arrepentimiento? Si practicamos constantemente de este modo, el Señor nos protegerá y evitará que nos lleven por delante los desastres». Sin embargo, ¿es esa la realidad? En una ocasión, el Señor Jesús dijo: "En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre" (Juan 8:34-35). Una vez que hemos recibido la fe en el Señor, somos capaces de ser humildes y pacientes, de ayudar a otros, de sacrificarnos, entregarnos, predicar el evangelio y dar testimonio del Señor, y tenemos algunas buenas conductas externas. No obstante, lo que no podemos negar es que las actitudes corruptas que hay en nosotros, como la arrogancia, el engreimiento, la perversidad, la mentira, el egoísmo y la bajeza, no se han purificado y aún somos capaces de pecar continuamente. Por ejemplo, bien sabemos que el Señor nos exige honestidad, pero, controlados por nuestra naturaleza egoísta y despreciable, en cuanto algo atenta contra nuestros intereses personales, no podemos evitar mentir y engañar; controlados por nuestra naturaleza arrogante y engreída, siempre logramos que los demás hagan lo que les mandamos sin importar de qué se trate y, cuando no lo hacen, nos enfadamos y les soltamos una reprimenda; y cuando sobrevienen desastres y pruebas, nos quejamos y culpamos al Señor. Estos son solamente algunos ejemplos. Nuestros pecados son como la cizaña, que vuelve a crecer justo después de ser cortada. Aunque lloremos amargamente todos los días mientras oramos y confesamos nuestros pecados, seguimos sin transformarnos. ¿Acaso es esto verdadero arrepentimiento? ¿Quién podría garantizar que Dios habría de proteger a una persona así en medio de los desastres? El verdadero arrepentimiento se da cuando se han purificado y transformado por completo las corruptas actitudes satánicas de una persona, cuando esta ya no quiere hacer el mal, pecar ni oponerse a Dios, cuando es capaz de someterse sinceramente a Él y adorarlo. Estas son las únicas personas aptas para heredar las promesas y bendiciones de Dios y entrar en el reino de los cielos. Tal como señala la Biblia: "Seréis, pues, santos porque yo soy santo" (Levítico 11:45). "Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad" (Apocalipsis 22:14).
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Unas citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.