El amor de Dios me guió a través de la prueba de la enfermedad
Por Yiming, Provincia Hubei
Después de un chequeo completo, el doctor responsable dijo con una expresión imponente: "Tienes una enfermedad muy grave. Es un problema con tu corazón que podría provocar que murieras en cualquier momento. Tienes que ser ser ingresada al hospital para recibir tratamiento de inmediato". Las palabras del doctor fueron como un golpe inesperado y de inmediato comencé a sentir pánico. Pensé: "¿Cómo es que de repente he contraído una grave enfermedad? ¿Y podría morir en cualquier momento? Desde que empecé a creer en Dios siempre he hecho fielmente mi deber. ¿Cómo podía Dios no protegerme? Si muero, no podré ver el espectacular evento de la manifestación del hermoso reino y no podré vivir con mis hijas y mi esposo otra vez. ¿No seré capaz de compartir la felicidad eterna del reino celestial?". Cuanto más pensaba, más afligida estaba y un sentimiento de desolación se deslizó en mi corazón. Con dolor, todo lo que podía hacer era seguir orando a Dios en mi corazón: "¡Oh Dios! Me ha ocurrido una enfermedad tan grave y me siento indefensa y débil. No sé qué hacer y no entiendo Tu voluntad. Pero creo que todo esto está pasando con Tu permiso y Te pido que me dirijas y me guíes". Después de que hube orado estas palabras de Dios vinieron a mi mente: "Ahora, todos sabéis que la creencia del hombre en Dios no es sólo para la salvación del alma y el bienestar de la carne ni para enriquecer su vida a través del amor de Dios, y así sucesivamente. Hoy por hoy, si amas a Dios por el bienestar de la carne o el placer momentáneo, aunque al final tu amor por Él alcance su plenitud y no pidas nada, este amor que buscas sigue siendo impuro y no es agradable a Dios. [...] amor sólo puede mantener su situación actual; no puede alcanzar una constancia eterna, ni arraigarse en el hombre. Este tipo de amor es el de una flor que no lleva fruto después de germinar, y se seca. En otras palabras, después de que hayas amado a Dios una vez de esa forma y nadie te guíe en la senda que tienes por delante, caerás. [...] Los ganados por Él son los que se rebelan contra Satanás y escapan de su campo de acción. Tales hombres serán contados oficialmente entre el pueblo del reino. Así es como llegan a ser las personas del reino. ¿Estás dispuesto a ser esta clase de persona? ¿Estás dispuesto a ser ganado por Dios?" ('Qué punto de vista deberían tener los creyentes' en "La Palabra manifestada en carne").
Las revelaciones de las palabras de Dios me avergonzaron porque sólo entonces me di cuenta de que realmente eran mis opiniones sobre mi creencia en Dios las que estaban equivocadas. Recordando, sólo empecé a creer en el Señor Jesús para que mi enfermedad se pudiera curar y luego oí que uno podía entrar en el reino celestial y disfrutar de la felicidad eterna si uno aceptaba la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días y así, con el fin de para alcanzar esta bendición, acepté el evangelio de los últimos días e hice activamente mi deber, creyendo que cuanto más trabajara para Dios, más grandes serían mis bendiciones en el futuro. Pero ahora me había sobrevenido una enfermedad que ponía en peligro mi vida y mis esperanzas de ser bendecida estaban a punto de frustrarse. Así que empecé a culpar y malinterpretar a Dios y a razonar con Dios, creyendo que había abandonado todo y que me había gastado por Dios y que había sufrido y pagado un precio por Dios y que Dios debía, por lo tanto, bendecirme y no permitir que contrajera una enfermedad tan seria. Sólo entonces vi que mi creencia en Dios y el cumplimiento de mis deberes no habían sido sinceros, mucho menos estaba haciendo el deber de un ser creado para corresponder al amor de Dios. Más bien había seguido mis propios motivos personales y mi objetivo era obtener las bendiciones de Dios y disfrutar de la gracia y las bendiciones de Dios. Mi gastarme también se había hecho para negociar con Dios y obtener a cambio la dicha del reino celestial. Con una creencia en Dios tan contaminada, sin importar cuán fiel apareciera en el exterior, no podía luchar contra los hechos; cuando llegó una ligera tormenta, caí fácilmente, como una bonita flor que es tierna y hermosa por un corto tiempo pero que no da fruto. Pensé en cómo todo lo que tenía había venido de Dios y cómo debía hacer bien mi deber para corresponder al amor de Dios y que esto era una ley celestial. Y, sin embargo, había usado mi deber para hacer tratos con Dios, llena de mis propios deseos extravagantes: ¿no me estaba rebelando contra Dios y tratando de engañarlo haciendo mi deber de esta manera? ¡No tenía una pizca de conciencia ni razón! Entonces entendí la voluntad de Dios. Dios estaba usando esta enfermedad para probarme y permitirme ver claramente los motivos equivocados detrás de mi creencia en Dios. Él estaba usando este refinamiento para purificarme y cambiarme, para hacerme soltar las demandas irrazonables que le estaba haciendo a Dios, para hacerme recuperar mi conciencia y mi razón y adorar al Creador manteniéndome firme en el lugar de un ser creado. Pensando en esto, de pronto todo encajó en su sitio y agradecí a Dios por Su salvación. Si no fuera por la salvación de Dios seguiría buscando por la senda equivocada sin nada como mi recompensa al final de eso y entonces sólo podría ser abandonada y separada por Dios. A través de esta enfermedad también llegué a ver que, si uno no conoce la obra de Dios y no sabe cómo Dios purifica y salva al hombre, entonces es incapaz de reverenciar y obedecer a Dios y cuando suceden cosas que no son del agrado de uno se desanimará e incluso malinterpretará y culpará a Dios; mi estatura realmente era tan dolorosamente pequeña. Pensando en estas cosas mi corazón se llenó de remordimiento y de un sentimiento de agradecimiento con Dios.
Después de que me admitieron en el hospital, mantuve a Dios en mis pensamientos en cada momento y sentí que mi corazón y Dios se habían acercado aún más. Pensé en las palabras de Dios que dicen: "¡Dios Todopoderoso es un doctor lleno de poder! Vivir en la enfermedad es estar enfermo, pero habitar en el espíritu es estar bien. Si aún tienes aunque sea un aliento de vida, Dios no te dejará morir" ('La sexta declaración' Declaraciones y testimonios de Cristo en el principio en "La Palabra manifestada en carne"). Desde adentro de las palabras de Dios vi la autoridad y el amor de Dios y entonces dije en mi corazón una oración a Dios: "¡Oh Dios! Aunque me siento un poco desanimada ahora que esta enfermedad me ha sobrevenido aun así creo que Tú eres el Gobernante de todas las cosas y que mi enfermedad también está en Tus manos. Deseo encomendarme a Ti y creo que Tú eres mi pilar. Pido que me des fe y me permitas someterme a Tus orquestaciones y arreglos".
Las palabras de Dios despertaron mis esperanzas y me dieron fe. Pensé en todos los santos a lo largo de las eras, como Job y Pedro. Cuando estaban padeciendo todo tipo de pruebas, aunque en ese momento estaban afligidos y con un dolor extremo hasta la médula y no podían entender la voluntad de Dios, aun así tenían verdadera fe en Dios. Sin importar lo que Dios hiciera, no se quejaron sino que más bien obedecieron al Creador manteniéndose firmes en su lugar como seres creados y al final obtuvieron las bendiciones de Dios y testificaron del gran poder y la soberanía de Dios. Por ejemplo, cuando los ataques y las tentaciones de Satanás cayeron sobre Job, todos sus bienes le fueron quitados, sus hijos se encontraron con el desastre y todo su cuerpo se cubrió de llagas y sufrió un grado dolor tan grande. Y, sin embargo, tenía un lugar para Dios en su corazón y hubiera preferido maldecir el día en que nació antes que hablar pecaminosamente y, al final, habló estas palabras: "Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?" (Job 2:10). A lo que él se aferró fue a la verdadera fe en Dios y a la reverencia por Él. Estuvo dispuesto a obedecer ya fuera que Dios diera o que Dios quitara y al final Dios se le apareció y el amor de Job y la fe por Dios se aumentaron. Aunque no hubo comparación entre los santos de todas las eras y yo misma, también fue por permiso de Dios que esta enfermedad me hubiera sobrevenido ahora y aún más fue por el amor de Dios. Dios me quería dar fe y compasión verdaderas para permitirme experimentar Su autoridad y para hacer que el verdadero conocimiento de Dios surgiera en mí. Mi vida y mi muerte estaban en manos de Dios y Él tendría la última palabra. Todas mis preocupaciones eran innecesarias y eran el resultado de no creer en la soberanía de Dios y de siempre querer gobernar y orquestar las cosas confiando en mi propia fuerza. Pensando en esto mi corazón se calmó mucho.
Mi familia entonces me tuvo que transferir a un hospital especializado en el corazón. Después de examinarme el doctor dijo que tenía que tener la operación de inmediato pero que los riesgos eran grandes. El doctor dijo que cuando se operan problemas cardíacos causados por la diabetes, las incisiones no cicatrizan bien y si la abertura no cicatrizaba, el resultado sería aún peor que no tener la operación en absoluto. Debido a que esta operación se tenía que hacer injertando vasos sanguíneos de mis muslos para evitar las arterias coronarias bloqueadas alrededor de mi corazón, si la operación fallaba, entonces podría quedar paralizada por el resto de mi vida. Además, las cosas podrían salir mal en cualquier momento durante la operación y existía la posibilidad de que pudiera morir en la mesa de operaciones. El doctor dijo que era difícil predecir si alguna vez me despertaría otra vez después de la operación y le pidió a mi familia que considerara detenidamente si realmente querían o no que me operaran. Después de oír al doctor, mi hija y mi yerno estaban indecisos, temerosos de que se pudiera gastar mucho dinero y que tal vez no estuviera mejor después y entonces no sólo no les quedaría dinero sino que tampoco estaría curada. Mi esposo también era un creyente en Dios y sabía que nuestra vida y nuestra muerte estaban en manos de Dios y que no eran los seres humanos quienes tienen la última palabra. Por lo que le dijo al doctor sin ninguna duda: "Vosotros sólo concentraos en hacer la operación y si mi esposa sobrevive o no tiene nada que ver con este hospital. Puedo soportar cualquier cosa que suceda". Mi esposo luego firmó los formularios de consentimiento y el doctor comenzó a prepararse para la operación.
Después de que todo estuvo listo, me llevaron en silla de ruedas a la sala de operaciones. Mientras yacía en la mesa de operaciones pensé en lo que había dicho el doctor y el dolor y la angustia una vez más llenaron mi corazón. Pensé: "Si realmente me paralizo, ¿no será eso como una muerte en vida? Con mi marido tan viejo ahora, ¿no seré una carga para él? Aunque tengo varias hijas, ahora todas tienen sus propias vidas y familias, así que ¿quién me podría cuidar todo el año? ¡Si eso realmente sucede entonces sólo tendré que pensar en una forma de acabarlo todo!". Pero luego pensé que posiblemente podría morir sola en la mesa de operaciones y mi corazón se turbó aún más. Justo entonces me di cuenta de que mi estado mental estaba mal y apresuradamente recurrí a Dios para que protegiera mi corazón y me permitiera someterme a Sus orquestaciones y arreglos. En ese momento un pasaje de las palabras de Dios vino a mi mente: "¿A quién en toda la humanidad no cuidan los ojos del Todopoderoso? ¿Quién no vive en medio de la predestinación del Todopoderoso? ¿El nacimiento y la muerte de quién vienen de sus propias elecciones? ¿Controla el hombre su propio destino? Muchas personas piden la muerte a gritos, pero esta está lejos de ellas; muchas personas quieren ser fuertes en la vida y temen a la muerte, pero sin saberlo, el día de su desaparición se acerca, sumergiéndolas en el abismo de la muerte; muchas personas miran al cielo y suspiran profundamente; muchas personas lloran mucho, con lamentos y sollozos; muchas personas caen en medio de las pruebas; y otras muchas se convierten en prisioneras de la tentación" ('La undécima declaración' de Las declaraciones de Dios al universo entero en "La Palabra manifestada en carne"). ¡Sí! El Dios en quien creo controla todas las cosas y el destino de cada ser humano está en Sus manos. El momento en que cada persona nace y el momento en que muere están predestinados por Dios, así que ¿no estaba mi destino también orquestado por Dios? Pensé en cómo, aunque estaba resuelta a dar testimonio de Dios, cuando me enfrenté a una prueba real, me comencé a preocupar por mi propia vida, muerte y futuro; tenía miedo de morir y me preocupaba quedarme paralizada y convertirme en una carga para los demás y estuve pensando en terminar con mi propia vida. Al hacer esto, ¿no estaba deseando orquestar mi propio destino? ¿Cómo se estaba sometiendo esto a la soberanía y a los arreglos de Dios? ¿No demostró esto que no tenía fe en Dios? Dios me dio mi vida y que yo viviera o muriera estaba en manos de Dios. Sabía que no debía ser tímida, no tener miedo, ni vivir en medio de los engaños de Satanás, sino que más bien debía tener fe en Dios, mirar a Dios y encomendarle a Él mi vida, mi muerte y mi futuro. Pensando en esto oré a Dios en mi corazón: "¡Oh Dios! Pronto tendré una operación. Aunque todavía estoy preocupada aun así creo que el éxito o el fracaso de esta operación está en Tus manos. Si vivo o muero, deseo someterme a Tus orquestaciones y arreglos". Después de orar, me sentí mucho más calmada. El doctor me anestesió y poco después no supe nada más.
Después de la operación me pasaron a la unidad de cuidados intensivos para observación. Cuando me desperté ya habían pasado dos días y mi familia me dijo alegremente que la operación había sido muy exitosa y que todo lo que tenía que hacer ahora era recuperarme. Cuando oí esto me sentí muy conmovida y seguí agradeciendo a Dios por Su amor. ¡Sabía que haber sobrevivido a la operación y que la operación hubiera sido tan exitosa dependía todo de la maravillosa protección de Dios! Desde el fondo de mi corazón me convencí de que nuestra vida y muerte están controladas y orquestadas por Dios y que esto es una manifestación de la autoridad de Dios.
Mientras me recuperaba escuché los fuertes gritos de dolor que procedían de algunos de los pacientes en la misma sala y algunos de ellos gemían constantemente pero no sentí dolor en absoluto. Sabía claramente en mi corazón que la falta de dolor de mis incisiones era por completo la maravillosa obra de Dios. Percibí el amor de Dios y de mi corazón fluyeron gracias y alabanzas a Dios. En la tarde el doctor a cargo de mi caso vino y me preguntó: "Señora, ¿para nada te duelen tus incisiones? ¿Sientes alguna molestia?". Y respondí: "Gracias por vuestra preocupación pero no siento molestia". Tres días después el doctor vio que me estaba recuperando muy bien e hizo que me transfirieran a una sala normal. Vi que los pacientes sin diabetes necesitaban cuatro o cinco días para recuperarse después de una operación antes de que fueran trasladados fuera de la unidad de cuidados intensivos y, sin embargo, a pesar de mis años avanzados y de tener diabetes, lo que significaba que mis incisiones eran mucho más difíciles de cicatrizar, pude comer alimentos sólidos sólo tres días después de mi operación. También me estaba recuperando más rápido que otras personas y esto era ciertamente el gran poder de Dios y Su gran amor por mí.
Durante los días que siguieron, mi esposo a menudo me leía las palabras de Dios y yo las reflexionaba, contemplando la obra de salvación que Dios estaba llevando a cabo en mí y en verdad sentí cuán real era el amor de Dios. A pesar de haber sido atormentada por la enfermedad, por lo que había estado rondando entre la vida y la muerte, Dios siempre estuvo conmigo y nunca se fue de mi lado; cada vez que me volvía negativa y débil y perdía mi fe, las palabras de Dios me condujeron y me guiaron, me dieron fe y fuerza. Con Dios como mi firme respaldo ya no sería cobarde ni tendría miedo; cuando sinceramente confié en Dios y estuve dispuesta a encomendarme totalmente a Dios y a someterme a Sus orquestaciones y arreglos, Dios no sólo me permitió sobrevivir, sino que también alivió mi dolor corporal. Esto me permitió ver las maravillosas obras de Dios y sentir Su amor. Sólo a través de esta experiencia llegué a darme cuenta de que aunque esta encarnación de Dios no muestra señales y prodigios en Su obra, el poder de las palabras de Dios excede por mucho el poder de mostrar señales y prodigios; las palabras de Dios son ciertamente la verdad, se pueden convertir en la vida de las personas y son tanto los principios como la dirección de nuestras acciones.
Después de un tiempo mis incisiones cicatrizaron muy bien y, mientras que los pacientes que habían tenido la misma operación que yo todavía no podían moverse, pude caminar afuera apoyada por mi esposo. Los doctores y mis compañeros pacientes todos se asombraron al ver esto. Sabía muy claramente en mi corazón que el que mi cuerpo se pudiera recuperar tan rápidamente era la obra de Dios, Su bendición y Su amor, ¡porque sólo Dios podía hacer que sucediera tal milagro!
Dos semanas después, cuando me estaban dando de alta del hospital, el doctor me dijo: "Hay otras siete personas en este hospital con la misma enfermedad que tú y sólo la tuya fue causada por la diabetes. Tu condición era más grave que la de ellas y, sin embargo, tú eres la primera en recuperarte. ¡Esto realmente aturde a la mente! Sin embargo, todavía hay un bulto en tu pericardio que sigue siendo un peligro. Debes regresar al hospital dentro de un mes para un chequeo. Si este bulto sigue creciendo, entonces tendrás que tener otra operación". Al escuchar al doctor decir esto, ya no me sentí asustada ni preocupada y pensé: "He sufrido una enfermedad tan grave y Dios no me hizo morir. He visto la autoridad de Dios y ahora tengo una fe aún mayor para confiar en Dios. Encomendaré mi enfermedad en las manos de Dios y lo dejaré que tome el control". Después el doctor me recetó algunas medicinas y regresé a casa. Después de que llegué a casa pasé todos los días leyendo las palabras de Dios y cantando las alabanzas de Dios con los hermanos y hermanas, disfrutando el amor de Dios. Me sentí tan liberada y libre y me olvidé por completo de mi enfermedad.
Cuando regresé al hospital para mi chequeo un mes después, todos los indicadores físicos se mostraron normales y el bulto en mi pericardio había desaparecido. Una vez más esto me permitió ver las maravillosas obras de Dios y Su amor por mí.
Sólo deseo creer en Dios y hacer mi deber en serio por el resto de mi vida y corresponder al amor y a la salvación de Dios. ¡Gracias Dios!
Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso
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